domingo, 16 de octubre de 2011

No fiar nunca




Por Hernando García Mejía

Cuando alguien me pide que lo fíe en algo o para algo me niego rotundamente, explicándole con firmeza y suavidad que me abstengo de ello por razones de seguridad, tranquilidad y sana convivencia. Mejor dicho, que con ello trato de esquivar la eventualidad de líos futuros.

Eso es lo que hay que hacer con tal tipo de “favorcitos”, que no pocas veces se convierten en terribles dolores de cabeza, cuando no en nuestra propia ruina. Aquí cabe el dicho popular de que “es mejor ponerse colorado un rato que descolorido toda la vida”.

¿Cuánto dolor, angustia y desengaño no han padecido quienes, impulsados por sentimientos de amistad, solidaridad o compasión han cometido la colosal estupidez de fiar a quienes no deben?

En negocios de gente experimentada o escarmentada aparecen con frecuencia en las paredes las figuras del fiador y del no fiador. El primero es flaco, flaquísimo y triste, tristísimo, y el segundo, gordo, gordísimo y alegre, alegrísimo. Las solas figuras reflejan el hecho con sobrada elocuencia.

También es frecuente ver en negocios públicos avisos que alertan como estos: Si vino a fiar, carrera mar, o, Quien fía salió a cobrar.

Los ciudadanos buenos o ingenuos son siempre los “tumbados” por los vivos. De ahí que la venganza institucional sea tan drástica para los deudores negligentes o morosos y que las entidades financieras arrasen hasta con los pelos del burro: llaman a cobrar día y noche, demandan, embargan, esquilman, sacan tiras, devoran esqueletos. Son justicieras pero absolutamente detestables porque cobran más de la cuenta, sin que los gobiernos las controlen como debería ser. Cada vez que están o fingen estar mal las refinancian con nuestros impuestos. Dizque no se pueden dejar quebrar porque se acaba todo. Y, curiosamente, cuando les va bien no irrigan ni redistribuyen los beneficios. Son insaciables y desagradecidas. Buena parte del pueblo las odia pero, por desgracia, no puede prescindir de ellas.

Con la acuidad que le era connatural, Giovanni Papini dijo alguna vez que “el dinero es el estiércol del diablo”. Traducción: il denaro è la merda del diabolo. Y es verdad. Sin embargo, todos ansían en su avidez de pequeños Midas un diablito con diarrea.

Volviendo al tema, deber es un problema y fiar otro peor. Por eso, el columnista nunca ha debido un peso a nadie  (todo lo compra de contado, recogiendo el dinero primero) y considera, con mucho orgullo y satisfacción, que su única verdadera riqueza es no tener deudas.


Broches

1. La alianza Uribe-Peñalosa sólo favorece a Petro. 2. Palestina merece ser un estado independiente. Apoyarla es un imperativo histórico y moral. 3. En ocasiones, el aborto es terapéuticamente necesario.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...